Castilla la Mancha |
Hoces del río CabrielEl Cabriel hubiera sido uno más de tantos ríos anónimos de la Meseta manchega que se cuelan entre barrancos, sin aspavientos ni estridencias, para desaguar de manera anónima en un cauce mayor, el Júcar, en este caso. Pero la posibilidad de que una nueva autovía destrozase uno de sus parajes emblemáticos, el Cuchillar de Contreras, puso en guardia a todo el firmamento ecologista a finales de la década de 1990. Hoy, a salvo ya de las tropelías del progreso, el Cabriel rentabiliza su imprevisto salto a la fama. El Cuchillar de Contreras y las contiguas Hoces del Cabriel están protegidos bajo la figura de reserva natural, pero quienes lo conocen bien saben que a orillas de este río, que drena la comarca de la Manchuela y que hace frontera entre las provincias castellano-manchegas de Cuenca y Albacete con Valencia, hay otros muchos rincones recomendables, como las riberas de dos de sus afluentes, el río Laguna y el arroyo de Tejadillos, y la zona de la laguna del Marquesado. El Cabriel nace en los montes Universales, en la provincia de Teruel, cerca de donde también nacen el Tajo y el propio Júcar, y durante muchos kilómetros (prácticamente, el 80% de su recorrido) discurre alejado de cualquier núcleo habitado. Esta circunstancia, y lo escarpado de su lecho, le han convertido en uno de los ríos de llanura más limpios de toda Europa occidental. Las riberas aparecen tapizadas de cañaverales y bosque de soto. Se ven lentiscos, pinos, encinas, sauces y álamos entre los que todavía se esconde alguna nutria, símbolo de la buena salud ambiental de este cauce. Cuando se recorren las Hoces del Cabriel en canoa (la única manera de visitar esta parte de su recorrido) el silencio asombra. Se van sorteando meandros, pozas y rápidos sin ver a nadie, ni una casa, ni un puente, ni un colector de residuos asomándose a las riberas; solo algunos ejemplares de águila y halcón silueteando su sombra sobre el lecho del río. Que al Cabriel no se asomen ni pueblos ni polígonos industriales no significa que no genere riqueza para la comarca. Dos embalses regulan su cauce y generan electricidad y agua de regadío para varias zonas de huerta: el gran pantano de Contreras, entre Minglanilla y Villargordo del Cabriel, y el más pequeño de Villora. Esta maravilla de la naturaleza manchega se ha dado a conocer tras la construcción de la autovía. |
Chorros del río Mundo.AlbacetePocos ríos españoles pueden jactarse de tener un nacimiento tan singular y tan espectacular como este afluente del Segura. En medio de un circo de piedra cortado a pico, una gruta de 25 metros de diámetro lanza al vacío bocanadas de agua que, 82 metros más abajo, se estrellan contra las rocas y juguetean en un enjambre de cascadas y pozas de extraordinaria belleza. La caída vaporiza el agua, sumiendo todo el circo en una fina y constante lluvia que ayuda a mantener las paredes cubiertas de musgos y líquenes, a la vez que facilita el crecimiento de numerosas especies de árboles. Los Chorros del río Mundo es un lugar en las antípodas de ese tópico de la Mancha de horizontes planos y llanuras cerealistas sin un solo árbol al que estamos acostumbrados. La manera más lógica de acceder a este paraje natural es desde Hellín, por la carretera que se dirige a Elche de la Sierra. En la pequeña aldea de Mesones la carretera entra en el valle del río Mundo, repleto de riscos y gargantas, frondosos pinares y aldeas minúsculas en las que todavía humean los hogares de leña. Hay que pasar por Riópar, la capital del valle, y seguir 8 kilómetros más hasta alcanzar la explanada al pie de la gran gruta por la que se despeña el río Mundo. La cueva es en sí misma otro reclamo y se puede visitar con ayuda de guías especializados. De momento se llevan explorados más de 32,5 kilómetros de galerías subterráneas, muchas de ellas obstaculizadas por grandes lagos que solo se pueden atravesar en un bote neumático. La cueva recoge el agua de filtración del Calar del Mundo, la altiplanicie que corona el sistema montañoso donde está situada la gruta. Esta es en realidad la surgencia por la que vuelve a salir al exterior toda el agua de lluvia que captan las numerosas simas, grietas y cavernas del calar superior. La belleza natural de los Chorros del río Mundo puede hacerle morir de éxito. Ante la avalancha de coches y visitantes en fines de semana y períodos de vacaciones, se ha limitado el acceso a 125 vehículos simultáneos en el aparcamiento inferior. La fuente del Mundo y toda la altiplanicie caliza de arriba están incluidos en el recién creado Parque Natural de los Calares. |
Ciudad vieja de CuencaHay dos momentos mágicos para visitar la ciudad vieja de Cuenca. Uno es al anochecer, cuando el tráfago urbano y los grupos de turistas disminuyen y la quietud se adueña del casco histórico. No hay apenas luces en las ventanas y las calles se convierten en un escenario mudo y calmo. La luz anaranjada de las farolas hace aún más cálidas las fachadas de palacios, iglesias y casonas, y más desnudo el paisaje humano. Parece como si la ciudad también hubiera acabado su jornada laboral y regresara al Medievo. Es el momento de pasear por la calle Pilares, por el barrio del Castillo o por las rondas del Júcar y el Huécar, que a esas horas son balcones silenciosos abocados al misterio. El otro instante mágico para disfrutar de esa Cuenca de ensueño es al amanecer, cuando las primeras luces del alba espejean sobre el rocío fresco que cubre la hoz del Huécar. El puente de San Pablo, la pasarela de hierro que salva el cauce del río y une el parador de turismo con el resto de la ciudad, es el mejor patio de butacas para disfrutar del espectáculo que, por cierto, es fugaz. La luz cálida de la alborada va venciendo las sombras de los cantiles mientras colorea poco a poco las Casas Colgadas, la iglesia de San Miguel y la fachada urbana que se asoma al abismo. La amalgama de luces y piedras bruñidas funden la ciudad con la roca sobre la que se asienta, como una capa de pan de oro en la que no se sabe dónde acaba la obra de la naturaleza y dónde empieza la humana. Sea a la hora que sea, la visita obligada del casco histórico de Cuenca empieza en la Plaza Mayor, el gran espacio escénico de la ciudad vieja al que se asoman el ayuntamiento, la catedral, el convento de las Petras y un buen número de mesones y tabernas. La plaza es un espacio trapezoidal e inclinado que en nada recuerda a las cartesianas plazas mayores castellanas. Por la plaza Mayor se pasa mil y una veces al cabo del día porque es también el gran distribuidor de todos los paseos por el abigarrado y complejo callejero de esta ciudad vieja que se mece como un equilibrista sin vértigo sobre los cantiles de los barrancos del Huécar. |
Pastrana.GuadalajaraEn 1946 un joven escritor de 30 años llamado Camilo José Cela emprendió su particular Viaje a la Alcarria, que sería una de las obras señeras de la literatura viajera española. Guadalajara era una tierra de secanos, colinas y pequeñas aldeas que dormía en el silencio de los interminables campos de cereal, apartada de los caminos principales del reino. Aquella Alcarria que Cela descubrió en los años cuarenta, sin embargo, se parece muy poco ya a la de principios del siglo XXI. Sus villas, antes atrasadas y hoy en día remozadas, maquilladas y convenientemente dotadas de hoteles y restaurantes de los que ahora se llaman con encanto, son el objeto de deseo de todos los circuitos turísticos de la comunidad. Un ejemplo es Pastrana, la villa más monumental de esta Alcarria guadalajareña. La localidad debe tanto su nombre como su esplendor a los duques de Pastrana, los señores feudales que durante varios siglos hicieron de esta localidad alcarreña una segunda corte donde «cocinar» asuntos de Estado. Su palacio aún preside la agradable plaza de la Hora. El nombre de la plaza tiene su historia. En este palacio estuvo recluida durante 11 años la princesa de Éboli, esposa del primer duque de Pastrana y una de las mujeres más bellas de la época. En 1581 Felipe II, harto de sus intrigas palaciegas, la condenó a este tremendo arresto domiciliario. El único privilegio que le concedió fue el de salir una hora al día a la ventana de la fachada que da a la plaza. Pastrana presenta un entramado nervudo y curvilíneo, anclado todavía en la época medieval. El paseo por la calle Mayor lleva por fachadas blasonadas y casonas hidalgas que ahora albergan restaurantes, hoteles y tiendas de recuerdos, hasta la colegiata, la segunda joya arquitectónica de la villa. La colegiata de Pastrana fue fundada en 1569 por el primer duque, Ruy Gómez de Silva, como pseudocatedral de segundo orden que engrandeciera la capital de sus dominios. En sus buenos tiempos llegó a albergar hasta 50 clérigos, que dormían en la casa de ladrillo rojo que todavía se levanta frente a la puerta principal. Rodean Pastrana cerros solitarios y valles desnudos, si exceptuamos los bosques de ribera, en los que cuando el otoño se instala perfilan el agua mansa con una línea amarilla. |
Atienza.GuadalajaraDe la localidad de Atienza Benito Pérez Galdós dijo que tenía «casas feas y caducas, rodeadas de misterio vivo; sus calles irregulares invitan al sonambulismo». Quizá don Benito se pasó un poco en lo de feas y caducas (además, la villa está ya tan restaurada que si el escritor resucitara no la reconocería), pero dio en la diana respecto al misterio. El misterio que envuelve por ejemplo, su castillo, encaramado de manera tan irreal sobre una roca, que haría detenerse al visitante más apático, dar media vuelta y entrar a la villa por la simple curiosidad de comprobar si es cierto lo que ven los ojos. Sin duda, es un misterio cómo una villa hoy adormilada en las soledades castellanas, mantuvo abiertas en su época gloriosa (cuando Alfonso VIII le concedió un fuero especial y dominio sobre una amplia porción de territorio) una docena de iglesias, a cual más espléndida y cargada de tesoros. Basta caminar desde la plaza del Ayuntamiento por la puerta de Arrebatacapas (un arco apuntado abierto en la vieja muralla) y plantarse en la plaza del Trigo, acordonada por casas señoriales voladas sobre soportales, para tomar conciencia de lo que fue Atienza. La misma plaza del Trigo, sin ir más lejos, podría pasar por una de las más armónicas y rotundas de Castilla, y eso que la competencia es difícil. El atrio de San Bartolomé o el ábside de la iglesia de la Trinidad, por su parte, poco tienen que envidiar a los mejores representantes del arte románico. Aunque, de todos los templos que aún quedan en pie en Atienza, el más famoso es el de San Gil, en la parte baja y humilde del pueblo, convertido ahora en museo de arte sacro. Allí, bajo un artesonado mudéjar y al abrigo de otro ábside románico que parece el alter ego cluniacense del de la Trinidad, se exhiben esculturas policromadas del siglo XVI junto a tallas góticas, arcones barrocos y libros cantorales que reposan sobre facistoles, pinturas del XVIII al lado de una cruz procesional de plata renacentista, una pila bautismal del siglo XII junto a fragmentos de retablos claves en la imaginería castellana. Todo rescatado de las muchas iglesias y ermitas románicas de la comarca. |
ToledoToledo es una de las pocas ciudades monumentales que resulta tan bonita por dentro como por fuera. Porque si desde dentro es admirable la armonía de un conjunto histórico donde se han podido rodar películas ambientadas en muy diversas épocas sin apenas tocar una pared, por fuera la vista que ofrece desde el otro lado del río Tajo es tan sugerente y uniforme como aquella. La razón es que el Tajo, que rodea como una serpiente de agua el cerro donde se asienta la ciudad, puso frontera física a sus márgenes e impidió que el extrarradio de la vieja urbe se llenara de polígonos industriales y barrios de nuevo cuño con sus torres de ladrillo visto. Buenas panorámicas de Toledo desde el otro lado del río las hay en muchos puntos, pero la más sublime por perfecta es la que se tiene desde la terraza del parador de turismo: un amasijo de tejados, cúpulas, torres y chimeneas sobre los que parecen flotar el Alcázar y la catedral. Que ese punto de vista es el mejor para regocijarse con los perfiles de Toledo no es nuevo. El pintor Doménikos Theotokópoulos, más conocido como «El Greco», eligió uno muy parecido cuando en 1608 su amigo Pedro Salazar de Mendoza le encargó un cuadro en el que se viera la ciudad en su conjunto. El Greco pintó Vista y plano de Toledo, una de sus grandes (y últimas) pinturas, en la que muestra una perspectiva general de la ciudad (tan preciosista que se pueden identificar edificios, iglesias y monumentos reales), un plano detallado del entramado urbano sostenido en primer término por un joven (en realidad, su hijo), y varias figuras alegóricas que representan al río Tajo, la Virgen y el Hospital de Tavera. No es de extrañar que en Toledo se hayan rodado tantas películas. Fue la corte de Felipe II en La conjura de El Escorial (2008), una ciudad de provincias en El fabuloso mundo del circo (1964), un escenario de intrigas en La novena puerta (1999), el decorado del surrealismo de Luis Buñuel en Viridiana (1961) y Tristana (1971) o el Madrid de la Guerra Civil en Las 13 rosas (2007). Toledo tiene recursos escenográficos para cualquier reto. |
Alcalá de Júcar . Albacete Para visitar este pueblo serrano hay que dejar el coche al otro lado del puente que salva el Júcar y adentrarse a pie en una de esas ciudades laberínticas que ha sabido conservar su legado histórico y, sobre todo, su urbanismo medieval. Alcalá no es lugar de grandes monumentos ni de edificios singulares. Todo lo contrario. Su encanto radica en lo sencillo, en lo popular, y en su estampa levantada sobre la hoz del río Júcar, en uno de los rincones más puros de la comarca de la Manchuela. Quedan restos de un castillo de origen árabe y una iglesia barroca. Sus apenas 700 habitantes se han dedicado siempre a la agricultura, pero el turismo rural ha transformado el pueblo: docenas de visitantes llegan cada fin de semana en busca de sus agrestes alrededores y de actividades en los dos ríos de aguas limpias del entorno: el propio Júcar y el Cabriel. |
Plaza Mayor de Almagro .Ciudad Real Cuando uno se encuentra en el centro de la Plaza Mayor de Almagro, una de las más bellas de Castilla, le entran ganas de recitar a Lope de Vega o a Calderón. Su disposición rectangular, rodeada de balcones y galerías porticadas a modo de plateas populares, recuerda un inmenso escenario teatral. De hecho, esas galerías de madera de color verde soportadas por 81 columnas de piedra fueron utilizadas como palcos para actos públicos de toda índole, incluidas corridas de toros, hasta su prohibición en 1785. En una de las casas se descubrió el mejor de los corrales de comedias (teatros populares del siglo XVII en el patio de las posadas) que han llegado a nuestros días. En él se celebra cada año el Festival de Teatro Clásico de Almagro |
Lagunas de Ruidera .Ciudad Real · Albacete Pese a su imagen tópica de secano y cereal, la provincia de Ciudad Real alberga algunos de los mejores humedales de toda la península Ibérica. Por ejemplo, el desconocido conjunto lacustre de Alcázar de San Juan o las más famosas lagunas de Ruidera. Estas últimas forman un conjunto lagunar de 30 kilómetros de largo, compuesto por 15 embalses naturales donde oficialmente nace el río Guadiana. Estas quince lagunas se inundan unas a otras formando singulares saltos y cascadas debido a las barreras travertínicas El parque tiene una superficie de 3.772 hectáreas y alberga una importante colonia de anátidas, porrones comunes, porrones moñudos, patos colorados, fochas, patos cuchara, cormoranes, garzas reales, aguiluchos laguneros, aguiluchos ratoneros y águilas perdigueras. |
Molinos de viento de Campo de Criptana y Consuegra · Ciudad Real · Toledo Los diez molinos de viento de Campo de Criptana (Ciudad Real) se alzan sobre un cerro como gigantes. De los diez, tres conservan la maquinaria original del siglo XVI. Los otros siete son museos de lo más variopinto: de la labranza, de la pintura, del poeta chileno Vicente Huidobro e incluso de la mismísima Sara Montiel, vecina ilustre de Campo de Criptana. Varios fueron reconstruidos con la ayuda de países latinoamericanos. En Consuegra (Toledo) otros doce molinos similares componen sobre el cerro Calderico una de las estampas más sugerentes del paisaje manchego. |
Parque Nacional de Cabañeros.Ciudad Real · Toledo Ocupa un paraje de excepcional valor ecológico entre las provincias de Ciudad Real y Toledo, donde se alterna la montaña con la llanura cerealista. Conviene empezar la visita por el Centro de Interpretación de Casa de Palillos, en la carretera que va de Pueblo Nuevo del Bullaque a Santa Quiteria. Al parque solo puede accederse a pie por alguno de los dos circuitos preparados al efecto en Gargantilla y en Navas de Estena o en un todoterreno de la empresa autorizada para prestar este servicio. De cualquiera de esas maneras podremos disfrutar de los dos tipos de paisaje que modelan Cabañeros: las rañas, llanuras donde se taló la vegetación autóctona para cultivar cereal, y las llamadas sierras, relieves montañosos donde asoma el bosque de encina, quejigo, alcornoque y madroños. |
ºº1 |
Serranía de Cuenca Nada tienen que ver los parajes verdes y húmedos de la serranía de Cuenca con los tópicos de la llanura manchega, imaginada siempre como eterna planicie de secano. La serranía de Cuenca es un vasto conjunto de montañas y densos pinares que cubre el tercio noreste de la provincia. Las rigurosas condiciones climáticas del territorio siempre frenaron la penetración del hombre. En su interior hay varios pueblos interesantes: Priego de Cuenca, majestuoso sobre un cantil de roca, convertido en puerta de transición entre la Alcarria y la serranía de Cuenca, o Beteta, al que se accede por una de las hoces más altivas y cerradas de la sierra. Tragacete es paso obligado si se quiere llegar al nacimiento del río Cuervo, que ve la luz a través de un conjunto de verdes y hermosas cascadas de agua cristalina que se deslizan sobre toba caliza. |
Brihuega .Guadalajara Este pueblo coqueto y monumental es una de las referencias de la Alcarria. Lo primero que se descubre al llegar a Brihuega es el castillo de la Peña Bermeja. Pero buena parte del pueblo se desarrolla en otro plano: el subterráneo. Existen múltiples leyendas acerca de las galerías subterráneas de Brihuega: se dice que eran pasadizos militares, o misteriosas conexiones entre el castillo y los palacios. Pero lo cierto es que las cuevas nacieron para albergar los vinos y la comida a modo de bodega. En la superficie destacan la iglesia de Santa María y la antigua fábrica de Paños de Carlos III, un gran edificio de planta redonda que conserva un jardín versallesco en los alrededores. Un hermoso lugar para «morir de amor en la adolescencia», como dijera Cela. |
Hayedo de Tejera Negra .Guadalajara Con su esbelto tronco blanquecino y su copa ovalada formando tupidas manchas verdes en verano, el haya es un árbol habitual en los bosques atlánticos de la Península. Pero su afición por los ambientes húmedos y suaves y su terror visceral a los veranos muy secos limitan drásticamente su difusión hacia el sur. Por eso resulta tan especial este hayedo de la sierra guadalajareña de Ayllón, donde gracias a las características especiales de los valles de los ríos Lillas y Zarzas un grupo de hayas ha formado un magnífico bosque en una zona demasiado meridional para sus costumbres. Una senda de carretas se interna por la orilla del Lillas y permite sumergirse en el húmedo y oscuro ambiente de un hayedo centenario que estuvo a punto de desaparecer por la tala excesiva pero que hoy, gracias a la protección como Parque Natural de Tejera Negra, se recupera de las heridas del hacha. |
Sigüenza.Guadalajara En Sigüenza las piedras saben más de historia que un catedrático de universidad. No en vano, por las añejas calles de esta ciudad monumental del valle del alto Henares han desfilado buena parte de los personajes y de los hechos sociales y de armas de la vieja Castilla. El listado de edificios a tener en cuenta es tremendo: el castillo, hoy reconvertido en parador de turismo; la catedral de Santa María, con su planta de cruz latina, su famosa torre del Gallo y sus dos torres exteriores que le confieren un cierto aspecto militar defensivo; la casa del Doncel, bello palacio tardogótico, o la Plaza Mayor, un delicado espacio renacentista mandado construir por Pedro González de Mendoza. Además destaca su gastronomía: sopa castellana, migas con chorizo, torreznos y huevos fritos. |