Asturias |
Immobiliere CalpePara más información sobre Asturias ver el siguiente enlace
Picos de EuropaHay montañas y montañas. Y luego están los Picos de Europa, con su relieve único, su paisaje atormentado, que conforma la mayor muralla de roca caliza de la Europa atlántica, que rompe los patrones que todos tenemos asociados a un macizo montañoso. En los Picos todo parece superlativo: la profundidad de sus oscuros cañones, como el del Cares; la belleza de esas enormes hondonadas cerradas, llamadas jous, una trampa fatal para el excursionista incauto en días de niebla; la verticalidad de paredes míticas, como la oeste del Naranjo de Bulnes, escenario de algunas de las mayores gestas y tragedias del alpinismo nacional, o el porte soberbio de Torre Cerredo, que con sus 2.648 metros marca el techo de la cordillera Cantábrica. Los Picos de Europa fueron declarados parque nacional en 1995, aunque en realidad una parte, la montaña de Covadonga, ya lo era desde 1918. El parque se extiende por tres comunidades autónomas diferentes: Asturias, Cantabria y Castilla y León. La biodiversidad del macizo es de una riqueza increíble. Nada tienen que ver los bosques atlánticos de tejos, hayas, tilos, robles y avellanos, de Oseja de Sajambre, del monte Corona o de Posada de Valdeón, con las desnudas paredes rocosas de Vega de Urriellu o de la canal del Camburero. En Liébana, en la vertiente cántabra, un microclima casi mediterráneo permite cultivar vides y naranjos, aunque en los puertos de Áliva y en Peña Olvidada se acumulen los neveros durante casi todo el año. Hay bellísimos lagos de origen glaciar, como los de Enol y Ercina, en Covadonga, y cañones cortados a pico por los que se cuelan los ríos Cares, Deva y Duje. En los hayedos de Pome habita el urogallo, mientras que en las profundidades de Brañosera y de Riaño deambulan todavía los únicos osos salvajes y en libertad de la cordillera. No es de extrañar, pues, que esta formidable muralla de caliza que se levanta como un faro de piedra sobre los pliegues de la cordillera Cantábrica fuera la primera tierra que divisaran en el horizonte los navegantes llegados desde América a los puertos del norte peninsular. Los «picos que marcaban Europa», de ahí su nombre, la primera visión del Viejo Mundo para los que regresaban con vida del Nuevo en aquellos azarosos años de galeones, tormentas y naufragios. |
Playas de LlanesDesde el mirador de la Boriza se ve abajo, como una media luna verde y dorada, la playa de Ballota. Una pista de tierra recién abierta la hace más domesticada. Pero si quitamos este detalle, y los restos de un merendero que se incendió, no hay nada más que empañe la radiante belleza de una de las playas más salvajes del oriente asturiano. Hay un islote en medio de la rada, como un castillo de piedra, y mucho pasto y arbolado que llega hasta el mismo borde del mar. Cerca del mirador un cartel con el pomposo título «Llanes de cine» informa de que el concejo de Llanes es un gigantesco plató natural en el que se han rodado 18 películas, tres series de televisión y un cortometraje. Y es que las playas que rodean Llanes son fotogénicas y variadas como un plató de Hollywood. Hay escenarios irreales, como el de la playa de Toró, donde rocas puntiagudas salpican el frente de arena como si hubieran sembrado minas para evitar un desembarco. Hay también playas urbanas y resguardadas, como la del Sablón, o naturales e interminables en marea baja, como la de la Franca. Otras están rodeadas de acantilados y bufones, como por ejemplo la de Aguamía, la más occidental de todas. Las hay apartadas y frecuentadas por nudistas, como la de San Martín, o más familiares y concurridas como las de Barro y Sorraos. Por todas ellas, Llanes es desde hace un siglo la referencia turística del oriente astur. La villa es un pueblo marinero, donde todavía se recuerda las aventuras balleneras y el duro faenar en el mar, pero también un pueblo nobiliario, con casonas y palacios que se hallan diseminados por todo el concejo, donde ha veraneado, y sigue veraneando, la burguesía asturiana y madrileña. |
Valle de SomiedoEn la carretera autonómica AS-227, la que cruza longitudinalmente todo el valle de Somiedo, se han colocado las típicas señales que indican precaución, cruce de animales en libertad, pero en el cartel, en vez de la silueta de un toro o de un ciervo se ve la de dos osos. Las puso la Dirección General de Carreteras del Principado para evitar atropellos de los muchos plantígrados que pululan libremente por este paso natural de la cordillera Cantábrica, en torno al cual vive aún la mayor colonia osera autóctona del sur de Europa. Este detalle da idea de lo aislada, pura y agreste que es esta porción de la montaña cantábrica, un territorio fronterizo entre Asturias y León, con grandes desniveles, alejado de las principales rutas comerciales, mal comunicado secularmente, que aún hoy tiene la menor densidad de población del Principado y en el que han pervivido formas de vida ancestrales perdidas ya en otros valles vaqueiros. Razones sobradas para que Somiedo se haya convertido en el icono de los parques naturales cantábricos. Cuando se entra por el sur, desde León por el alto de la Farrapona, lo primero que se ve es el valle lateral de Saliencia con la característica forma en U de los valles glaciares. Uno no parece encontrarse en Europa, sino en un territorio aún por explorar. Un desvío lleva al lago de la Cueva, al pie del cual hubo una explotación minera que llegó a colorear las aguas del lago con el tono rojizo del hierro que se extraía. El de la Cueva, junto con los de Calabazosa y Cerveriz, forma los lagos de Saliencia o de Somiedo, uno de los mayores conjuntos lacustres de la cordillera Cantábrica, restos del glaciar que hace 10.000 años cubría este valle y por donde discurren numerosas rutas senderistas. Pola de Somiedo, la capital del valle, es la mayor concentración humana: 200 habitantes según el último censo. Se trata de una villa tranquila, que se extiende en torno a un arroyo impetuoso que baja del puerto, donde se ubican los principales servicios, además de la oficina de turismo y el Ecomuseo de Somiedo, una intervención empeñada en mantener constancia de las costumbres y oficios populares que fueron el alma de la economía somedana: vaqueiros, filanderas, ferreiros, carpinteiros, goxeiros, madreñeiros. |
Senda del CaresNo por turística y conocida la Senda del Cares es menos espectacular. El camino sigue el curso de este río, que corta en dos la poderosa mole caliza de la cordillera Cantábrica. El Cares nace en la provincia de León, a los pies de los puertos de Pandetrave y Pontón, y se abre paso hacia su desembocadura tallando una fabulosa garganta de paredes abiertas a pico que cortan el aliento del más templado. En 1916 la compañía hidroeléctrica Electra del Viesgo comenzó la excavación de un canal de 11 kilómetros de longitud dentro de la roca del desfiladero para alimentar una central hidroeléctrica. El canal se inauguró en 1920 y con él una senda paralela, pegada de manera casi imposible al abismo, por la que circulaba el personal de mantenimiento y reparación de la compañía. Ese camino peatonal es el que ahora se ha convertido en la conocidísima Senda del Cares. Es cierto que el tramo que lleva desde Caín de Abajo (León) hasta Puente Poncebos (Asturias) se convierte en una romería en períodos estivales y puentes, pero este hecho coyuntural no deslegitima la visita a uno de los parajes más sorprendentes de toda la cordillera. Por el lado leonés, la senda empieza en Posada de Valdeón, pero como se puede llegar en coche a Caín, la mayoría de los caminantes empiezan la ruta en esta aldea perdida en medio de impresionantes desfiladeros y hoy transformada por el turismo. A partir de Caín el Cares se encajona por fin en un corsé imposible de piedra tallado gota a gota durante quién sabe cuantos millones de años. La primera parte del desfiladero resulta tan estrecha y las paredes que la cierran tan altas que durante meses apenas le llega el sol. A la altura del puente de los Rebecos, que obliga a pasar de la margen izquierda a la derecha, las proporciones se agigantan. El Cares se precipita entre rocas un centenar largo de metros por debajo de los pies del caminante, mientras que los muros de roca que lo encajonan se elevan otros cientos de metros sobre él. El final de la ruta (o el inicio, si se plantea en el otro sentido) está en Puente Poncebos, ya en Asturias. En total se necesitan 5 horas y media desde Posada de Valdeón y 2 horas menos desde Caín para completarla. |
San Salvador de ValdediósEn un claro al fondo del valle de Boides, en la ruta histórica de acceso a Oviedo por el alto de la Campa, aparece en un prado entre arboledas una pequeña y singular iglesia. No es una ermita más. Pese a su reducido tamaño, tiene un aire, una presencia diferente. Es armónica, grácil, con una decoración exterior sin estridencias pero cautivadora. Es la iglesia de San Salvador de Valdediós, llamada el conventín, obra cumbre del prerrománico en Asturias. El prerrománico es la readaptación que los pueblos de la Europa cristiana hicieron de los conocimientos clásicos, y tuvo un especial arraigo en Asturias, durante los siglos en los que el resto de la Península estaba bajo dominación musulmana. Desaparece la madera como elemento constructivo y empieza a emplearse la decoración exterior. El mayor éxito de este estilo, sin embargo, fue el uso de la bóveda de medio cañón casi dos siglos antes de que se generalizara en Europa, además de los contrafuertes que sujetan los muros, arcos de medio punto peraltados que hacían innecesario el uso del arco de herradura visigótico, y paredes de mampostería o sillarejo muy lineales y de formas sencillas, decoradas con medallones, celosías, alfices, pinturas murales y elementos mozárabes. Dos de sus máximos exponentes son Santa María del Naranco y este conventín de San Salvador de Valdediós. El templo fue consagrado por siete obispos el 16 de octubre de 893, bajo el mecenazgo de Alfonso III, como relata la inscripción del imafronte. Es una construcción de elevadas proporciones para la época, con tres naves sin crucero, decoración pictórica en sus muros y fuertes influencias mozárabes, que se enmarca dentro de las actuaciones que los reyes asturianos llevaron a cabo para consolidar el cristianismo en sus territorios. Hacia el año 1200 se instalaron aquí los monjes del Císter, que ampliaron el conjunto hasta configurar el gran monasterio anexo que hoy vemos. La iglesia mozárabe puede visitarse con guía. La capilla gótica del monasterio nuevo suele estar abierta a las visitas y al culto. El lugar destila paz y armonía e incita a la contemplación. |
Teverga y la Senda del OsoLa antigua vía férrea del Teverga, un ferrocarril minero construido en este concejo asturiano en 1874 y desmantelado en 1964, se ha convertido, gracias a un ambicioso proyecto del Principado de Asturias y la Fundación de los Ferrocarriles Españoles, en una de las mejores vías verdes españolas. Treinta y dos kilómetros de senda peatonal, para usar a pie o en bicicleta, recorren la Asturias más bella y profunda. A esta vía se le conoce como la Senda del Oso, porque junto a ella se instaló un espacio vallado en el que viven Paca y Tola, dos osas criadas en cautividad después de que un furtivo matara a su madre en 1989. Como todas las vías verdes, la del Oso también goza de la ausencia de desniveles significativos. El trazado es delicioso, sin ningún repecho alarmante, libre de vehículos de motor, y por la senda se puede pedalear o caminar con toda la familia a través de los valles de los ríos Teverga, Quirós y Trubia. En la actualidad, la senda cuenta con dos ramales en forma de Y, con inicio en el área recreativa de Tuñón, en la zona baja del valle. El primer ramal lleva desde Tuñón a Entrago, y tiene 22 kilómetros de recorrido a lo largo del valle del río Teverga. El segundo ramal, Caranga-embalse de Valdemurrio, nace de esa primera localidad y se interna 10 kilómetros más por el valle lateral de Quirós. Desde el área recreativa de Tuñón una primera pasarela de hierro permite cruzar el río Trubia, que irá serpenteando bajo nuestros pies durante todo el recorrido. A unos 5 kilómetros se cruza la localidad de Villanueva, entre hórreos y balconadas de madera cuajadas de flores. En Villanueva hay suficientes bares y tiendas como para avituallarse o tomar un buen almuerzo a base de chorizo y sidra. Merece la pena completar la visita yendo a San Martín, capital del concejo de Teverga, a solo 3 kilómetros de Entrago. Tan minúscula aldea atesora una de las mejores iglesias románicas de la zona, declarada monumento nacional. Desde el área recreativa de Tuñón, en el inicio de la senda, se puede hacer también otra interesante excursión por el desfiladero de las Xanas, un valle lateral que sube hasta la iglesia de San Antonio. |
Cuevas de Tito Bustillo Estas cuevas están consideradas uno de los grandes santuarios del arte paleolítico de Europa, junto con otras como las de la Garma y el Castillo (Cantabria) y Les Eyzies (Francia). En las grutas, cercanas a Ribadesella, en el macizo de Ardines, hay representadas docenas de figuras de animales (bóvidos, equinos), sobre todo en la galería de los Caballos, además de una inusitada cantidad de motivos de carácter sexual (falos y vulvas). Las pinturas datan de entre 25.000 y 7.000 años a.C. La importancia de Tito Bustillo reside en que no se trata de una cueva aislada, sino de un eslabón más de una serie de cavidades cercanas en las que se han llevado a cabo grandes descubrimientos en los últimos años que confirman la presencia continuada del hombre y de su actividad artística en esta zona de la costa asturiana desde hace 250 siglos. |
Bufones de Arenillas Los bufones constituyen un curioso fenómeno natural que se da en otras zonas de la costa de Llanes. Las simas horadadas por el agua de lluvia en la roca caliza conectan con las cuevas excavadas en el acantilado por el agua del mar. Cuando el oleaje empuja hacia el interior de estas cavernas, el agua pulverizada y el aire a presión salen por estos respiraderos creando géiseres de agua de mar. Los bufones de Arenillas tienen además el encanto añadido de que se accede a ellos por la senda costera que comunica las localidades de Llanes y Pendueles, que atraviesa prados y bellísimas arboledas y discurre pegado a los acantilados. La senda pasa por la playa de Vidiago y cruza el río Purón, que viene de la sierra del Cuera, por un puente de madera. |
Cudillero Las casas de Cudillero se descuelgan por una empinada ladera como si las hubieran cosido a la montaña. Por sus calles no se camina, sino que se escala. La exigua rada de este puerto, que desde el siglo XV alojaba una de las más importantes flotas balleneras del Cantábrico, obligó a aguzar el ingenio a la hora de encontrar espacio disponible. A cambio, el recogimiento y encanto de Cudillero, el pueblo turístico más famoso de la costa astur, enamora a todo el que lo visita, sobre todo si lo descubre por primera vez desde el puerto y al atardecer, cuando el juego de luces naturales y artificiales magnifica sus encantos. Entre las humildes casas de pescadores despuntan otras construcciones más sólidas, como la iglesia de San Pedro, el patrón de la villa, a escasos metros del puerto, o la capilla del Humilladero, la construcción más antigua del pueblo (siglo XIII). |
Lastres Uno de los pueblos más pintorescos de la costa asturiana, Lastres está situado en una ladera que desciende en pronunciada pendiente hasta el puerto, constreñido por las aguas del mar Cantábrico y con los montes del Sueve al fondo. El casco urbano de Lastres es una compleja red de enrevesadas callejuelas pobladas por casas con corredores de madera y galerías acristaladas, típicas de la arquitectura popular asturiana. Las casas más populares se asoman a la calle Real, mientras que las familias acaudaladas preferían el barrio de la Fontana, con sus palacetes de los siglos XVII y XVIII. En Lastres había una importante flota ballenera. De hecho, aún se conserva el barrio de los Balleneros. Al caer la tarde, cuando los barcos vuelven a tierra y venden sus capturas en la lonja de la Cofradía de Pescadores, Lastres alcanza su mayor actividad y tipismo. |
Iglesia de San Salvador de Priesca Merecería la pena llegar a esta apartada aldea asturiana solo para visitar su pequeña iglesia. San Salvador de Priesca es uno de los más conocidos y bellos templos prerrománicos de Asturias. Se sabe que fue consagrada en el año 921, en época del rey asturiano Alfonso III. Es la más tardía de las iglesias prerrománicas asturianas, y tiene una planta basilical con tres naves y restos de su profusa decoración mural, destruida igual que la techumbre original de madera durante el incendio que sufrió en la Guerra Civil. Pese a su sencillez, la iglesia de Priesca está llena de detalles, como para pasar en su interior muchas horas extasiado con el trabajo que hace ya casi 11 siglos fueron capaces de levantar los canteros y los artesanos asturianos. |
Colombres Este es uno de los pueblos del principado de Asturias con mayor concentración de arquitectura indiana, un estilo importado por los asturianos que emigraron a América y se hicieron ricos allí. En una de estas hermosas mansiones, la Quinta Guadalupe, cuya fachada azul destaca sobre el resto, se instaló en 1987 el Archivo de Indianos, un museo y centro de investigación sobre la emigración asturiana a América en los siglos XIX y XX. La quinta fue construida por el indiano Íñigo Noriega Laso, un vecino de Colombres que amasó una de las mayores fortunas de México a finales del siglo XIX. Su idea era cedérsela al dictador mexicano Porfirio Díaz para que se instalara en ella cuando fue derrocado, pero el prócer americano nunca fue a Colombres. La villa refleja el lujo y la magnificencia de aquellos vecinos enriquecidos al otro lado del Atlántico. |
Reserva de Muniellos Muniellos es bosque y es montaña y también el mayor robledal de España, donde el otoño se convierte en una orgía de colores gracias a la mezcla de especies arbóreas caducifolias y perennes. La reserva se despliega por tres cuencas fluviales que riegan esta gigantesca masa de roble albar, el rey de Muniellos. Cuando la primavera pinta los robles de verde, el verde más oscuro de los acebos, los brotes de rebollos, abedules y hayas, el sotobosque de arándanos, brezos y madreselvas, se alían para componer un festín visual. Pero es en el otoño cuando Muniellos alcanza su cénit cromático. Aunque es un festival efímero la reserva se convierte en un espectáculo difícil de olvidar. Las visitas están limitadas a 20 personas al día. |
Espinaréu y el bosque de Miera Espinaréu, según las guías de viaje, es el pueblo con más hórreos de Asturias. Tenga o no más que otros pueblos, lo cierto es que Espinaréu ofrece al visitante una colección magnífica de estos frigoríficos de la Antigüedad que tanta importancia han tenido en la vida rural asturiana. Este no es el único atractivo del pueblo: 7 kilómetros carretera arriba se llega al área recreativa de la Pesanca, una vega arbolada en torno al río del Infierno con un fascinante bosque de robles y castaños, la cubierta vegetal original del Principado antes de que nefastas políticas forestales cambiaran muchos de estos árboles de madera dura y crecimiento lento por los más rentables eucaliptos. La zona más impactante y oscura del bosque, y de toda Piloña, es el arboreto de Miera, donde los ejemplares de robles y castaños alcanzan edades centenarias. |
Reserva de Redes Una visita a esta reserva da idea de cómo debieron de ser los montes astures hace siglos. Redes es un paraíso natural a caballo entre los concejos de Caso y Sobrescobio, cuyos 550 kilómetros cuadrados están protegidos al haber sido declarado reserva de la biosfera, el máximo grado de protección que otorga la Unesco. La razón se descubre apenas uno se adentra en las espesuras de este genuino bosque atlántico y contempla vegas y valles, bosques de robles, abedules, castaños y hayas por los que corretean urogallos, lobos, zorros, gatos monteses, rebecos, venados, jabalíes, corzos y algún que otro oso pardo. En los ríos de aguas límpidas, como el Nalón o el Monasterio, viven cientos de nutrias. |
Casco histórico de Avilés La imagen de Avilés es la de una ciudad gris e industrial. Sin embargo, al pasear por la plaza de España, centro neurálgico del viejo Avilés, ese estereotipo se viene abajo. Es cierto que la actividad siderúrgica desde finales del siglo XIX creó un cinturón de chimeneas y naves industriales alrededor, pero el centro urbano de Avilés supo conservar el sabor de lo auténtico. La misma plaza es un recinto barroco casi perfecto, un túnel del tiempo al que se asoma el ayuntamiento y otros inmuebles de importancia, como la casa García Pumarino y el palacio del Marqués de Ferrera. Más humilde, pero impactante por su buen estado de conservación, es la casa Valdecarzana, un palacete del siglo XIV en la calle de la Ferrería que alberga el Archivo Histórico. Pero el más espectacular de los muchos edificios históricos de Avilés es el palacio de Camposagrado, un gran inmueble del siglo XVII con la mejor portada barroca de Asturias. |